Milagritos pasaba el tiempo dándole vueltas a la cabeza para poder contratar una profesora de inglés que diera clases en el Colegio del Jardín. Primero habló con el Caracol Tadeo, pero como se enfadó un poquito porque le dijo que le iba a meter en un lío si el Director del Colegio el Erizo Don Huberto le pedía que le subieran la subvención, y vio que por ese lado no iba a conseguir nada, fue directamente a hablar con el Erizo Don Huberto que se quedó muy sorprendido cuando la encontró en su despacho, toda emperifollada, con el sombrero de los domingos y zapatos de tacón.
—¡Doña Milagritos, qué sorpresa verla por aquí
! ¿Qué? ¿Ya está preparando las clases para cuando vengan sus hijos a estudiar? Pues todavía le falta un poco de tiempo...
—¡Uy, Don Huberto! El tiempo pasa muy deprisa —le dijo Milagritos con su mejor sonrisa— y algo quería hablar con usted sobre clases, sí. Bueno... la verdad es que me gustaría que todos los niños de este jardín tengan los mejores profesores y los estudios más amplios que se puedan dar.
Y por ahí empezó a charlar con el Erizo Don Huberto que cada vez que la oía se le ponían las púas un poquito de punta. Cuando, después de un rato de charlar de unas cosas y otras, Milagritos se decidió a explicarle su idea de traer una profesora de Inglaterra para que diera las clases de inglés, el Director se quedó pensativo y le expuso los inconvenientes que veía. Además de darle un sueldo, necesitaba una vivienda gratuita, claro y de todo eso tenía que hacerse cargo el Ayuntamiento.
Así que Milagritos tuvo que convencer a Tadeo de lo necesaria que era una profesora de inglés y que si patatín y que si patatán. Bueno, al fin el caracol Tadeo ya mareado de tanta charla, le dijo que bueno, que ya sacarían el dinero de algún sitio y que la profesora de inglés podía ocupar la casa que había dejado vacía en el tronco del ciruelo, la comadreja que se había mudado a otra urbanización hacía poco tiempo.